O: cómo convertir un tintubre en un artbook llenándolo de chorraditas, Laurielle style.
Ya van tres tintubres (Inkteaber en 2018, Descanso Corto en 2019 y ahora este de La mala del cuento) que recopilo en un artbook, y quería explicaros un poco el proceso que sigo para pasar de 31 ilustraciones en hojas sueltas de papel a un artbook hecho y derecho.
Los dibujos son todos más o menos del mismo tamaño y proporción, para facilitarme la vida. Lo primero es decidir qué voy a añadirles que pueda hacer la lectura más entretenida: el objetivo es que además de ver dibujos bonitos os riáis. En este caso, decido que quiero poner un resumen de cada cuento, el veredicto del jurado y alguna viñeta. Tras mover los elementos para que sea legible y funcione tanto con cuentos cortos como largos queda así:
Lo siguiente es hacer pruebas de impresión (es decir, imprimir en la impresora de mi casa las páginas a tamaño real, tantas veces como sea necesario) para dar con un tamaño de letra que no destruya los ojos de la gente y asegurarme de que todo se ve bien y tiene espacio suficiente.
Luego toca dibujar el contenido extra de los 31 cuentos. Para esto uso una letra distinta, más apropiada para los diálogos de un cómic, y una paleta limitada. De esta manera me aseguro de que todo el artbook queda coherente y de que las viñetas complementan pero no roban la atención de las ilustraciones, que son lo importante.
Hablando de las ilustraciones, las escaneo amorosamente y las retoco con este truco que aprendí en el blog de Srta M. La luz de un escáner suele ser demasiado brusca para la textura del papel de acuarela (y aún más si la acuarela lleva brillis, como esta), pero de esta manera se suaviza y queda más parecido a como se ven los originales en la realidad:
Una vez acabada la maqueta de las ilustraciones y los cuentos, voy al siguiente paso. El artbook lleva 12 páginas de cómic: las dejo para el final porque llegado este punto he dado un repaso a todos los cuentos y diseños, con lo que me es más fácil escribir los guiones y ponerme en faena.
Se añaden páginas de firmas, espacio para créditos y ¡hala! Tenemos un artbook la mar de majo. Es hora de mandarlo a testers, que en mi caso es gente majísima que sacrifica parte de su tiempo libre revisando que los bocadillos estén bien puestos y no haya errores.
Y mientras revisan yo me pongo a hacer la portada, pero eso os lo cuento en otro post (podéis apuntaros a la newsletter y así no os perdéis nada).