Hacer un cómic viene a ser dibujar a los mismos personajes ochocientas veintiséis veces (centena arriba, centena abajo). De hecho, esa es la gracia y parte de la razón por la que los autores de cómic estamos más pallá que pacá.
Parece que no pero la repetición viene con su complicación añadida: ¿cómo te aseguras de que estás dibujando lo mismo? Sobre todo si -como yo- te gusta hacer diseños de vestuario con detallitos, ¿cómo asegurarte de que dibujas las cintas del sombrero siempre iguales, o que los tatuajes no varían? Esto en cine se llama raccord, y mantenerlo (que de una viñeta a la siguiente haya coherencia, y no le cambien a alguien los zapatos, o el bolso) es bastante difícil.
Vaya por delante que yo soy horrorosa en estas lides. Pero llevar tres proyectos grandes a la vez -y un puñado de pequeños, ejem- me ha enseñado algunas cosas que paso a compartir.
Material de referencia
El secreto es: cuanto más trabajo pongas en preparar tu material de referencia, menos tiempo perderás luego en hacer las páginas. Pero al mismo tiempo no puedes decir ‘hasta que tenga referencias de absolutamente todo no hago el cómic’ porque… bueno, porque no lo harías nunca. Hay que preparar lo que sabes que vas a necesitar.
Pararte a dibujar qué ropa llevan tus personajes, qué altura tienen y cómo se comparan con otros, etc, significa que cuando estés enfrentándote a una viñeta particularmente difícil bastará con revisar las referencias para saber cómo iba tal o cual cosa, y podrás dedicarte a otros temas más importantes (como a dibujar el perfil de Cam, eso requiere atención).