Una cosa que he aprendido es que el boceto no es una verdad inmutable: a menudo puedes (y debes) cambiarlo.
Cuando estaba planteando la historia de Por Siempre Jamás para presentarla a editoriales tenía bastante claro qué quería que pasara, pero no cómo -componer escenas es a la vez bonito y un suplicio-. Por eso hay bastantes diferencias entre el boceto inicial y la página final:
Como era para un dossier y quería mimar los detalles hice los bocetos mucho más elaborados de lo habitual. Eso tiene la desventaja de que pierdes la torta de tiempo, y la ventaja de que me di cuenta a tiempo de que la primera aparición de Maite merecía algo más que 1/4 de página. Y de que había que mover el banco para que no pareciera que se iba a toñar 😅
La segunda página no necesitó apenas cambios, excepto añadir una insinuación de Yo en la segunda viñeta, para que se note más que la persigue. Animalito.
La tercera funcionaba genial… si no le ponía ningún texto. Tuve que dejar espacio en el dibujo para los bocadillos. El tema de incluir los bocadillos en los bocetos, tristemente, no se me ocurrió hasta ya más tarde.
¡Yyyyy llega Fernweh! Aparte de su dibujo -es el que más ha cambiado- decidí que necesitaba más espacio para mostrar lo bobo que es Yo y dar peso al momento en que «conoce» a Maite. Algunas viñetas las aproveché luego, aquí no se tira nada.
Y en esta página es donde más se nota el cambio: intentaba contar en una sola página demasiada cosa y hubo que dividirla en dos, aprovechando los cachitos funcionales. Eso significó que luego tuve que recortar esa página de otro sitio, pero acabó cuadrando. ¡Yay hacer cómics!
Si os mola el cómic aquí tenéis más información y las primeras páginas para darle un tiento 🙂