Ha quedado así de maja y naranja y lucida ella. Pero ¡anda que no tiene viaje detrás!
Hay gente que hace portadas maravillosas como churros, pero yo caigo firmemente en la categoría de dar más vueltas que un roomba sobre aceite. Para evitar comerme la cabeza de más tengo un proceso que aplico siempre.
Lo primero es plantearme cómo quiero que sea la portada, con un par de palabras clave. Por ejemplo, “grupo de personajes” y “en coña”. Suelo incluir la contraportada en el diseño para hacerme a la idea de si será una ilustración continuada, si serán cosas separadas… Y siempre me aseguro de señalar dónde debería ir el título. Al principio no lo hacía y perdía un montón de tiempo intentando que la contraportada fuera coherente o que el título no me tapara la imagen.
Y a ver qué sale:
En este caso tras mucho debatir entre la opción 1 y la 2 me decido por la 2, porque quiero que el cómic tenga solapas y este diseño me permite encajarlas mucho mejor.
Luego vienen los colores. En este caso tenía claro que quería usar la misma paleta del póster (colores cálidos y naranjas). Pero claro, una cosa es saber lo que quieres y otra cómo lo quieres. Así que toca hacer pruebas de color:
Al final me decido por el color naranja intermedio porque me gusta el contraste con el resto de cosas. Y una vez hechas las decisiones, ya sí, me puedo poner a colorear:
Con esto hecho queda colocar los elementos (título, código de barras, sinopsis…) y decidir detalles mano a mano con la imprenta. Por ejemplo, la portada irá con barniz transparente en el título para que se vea más blanco y quede más vestido.
Y ya está, ¡espero que os haya gustado el ‘cómo se hizo’!